Alfonsina y el mar

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(Mi admiración por Alfonsina Storni viene de lejos…detrás de esa hermosa canción, “Alfonsina y el mar” nació mi curiosidad por conocer a la mujer que la inspiró)

Era abril y otoño en el hemisferio sur. Un mar embravecido y una pertinaz lluvia azotaban Mar del Plata en aquella madrugada del 25 de abril de 1938. Ella, esa noche escribe tres cartas, una a su hijo, otra a un amigo y una poesía a modo de despedida que envía al periódico “La Nación” de Buenos Aires en el que tiene una sección fija y escribe sobre las mujeres defendiendo sus derechos: “Llegará un día en que las mujeres se atrevan a revelar su interior; este día la moral sufrirá un vuelco; las costumbres cambiarán” escribe en la sección “Cositas sueltas”.
Mordaz y satírica, “Tú me quieres blanca” va soltando perlas que no encajan en las “buenas costumbres” que se suponen a las mujeres de bien… Pero conozcamos un poco mejor a esta mujer que nació en la época equivocada
Sus padres hablan emigrado de Suiza a Buenos Aires, se instalaron en San Juan y aquí nacen sus dos hermanos. Las cosas no debieron ir del todo bien y la familia, de nuevo, regresa a Suiza donde nace Alfonsina Storni el 29 de mayo de 1892 en el pequeño pueblo de Sala Capriasca, en la Suiza italiana. Cuatro años después, en 1896, la familia vuelve a poner rumbo a San Juan y posteriormente a Rosario donde ponen un pequeño negocio sin demasiado éxito.
El padre de Alfonsina muere cuando ella tiene 14 años, deja los estudios para trabajar y contribuir económicamente al sustento de la familia. Sin embargo no abandona el deseo de estudiar, consigue el título de maestra rural y empieza a escribir poesía.
Con 19 años queda embarazada de un hombre que le dobla la edad y tal vez esté casado. Poco o nada se conoce de esta relación sentimental. En este estado de cosas e imaginando la situación familiar y social de la época, Alfonsina, sola y embarazada, toma un tren rumbo a Buenos Aires. Se cree que, en un principio, contó con el apoyo de una familia suiza amiga de la suya.
No tardó en encontrar trabajo como cajera y después como publicista de una empresa importadora de aceite de oliva que combinó con varios y diferentes trabajos, entre ellos para el que había nacido: escribir. Y escribe, haciéndose un hueco en un mundo de hombres, publicando y adaptando sus primeros versos a la ñoñería reinante. Con todo y eso en contra, su personalidad auténtica sale a flote en un mar contaminado de prejuicios. La única manera de conocerla es leyéndola…
En el amor no encontró una relación estable de pareja, se le atribuye un romance con Horacio Quiroga, poeta uruguayo con una personalidad hosca y complicada.
Pero volvamos a ese 25 de abril de 1938 donde Alfonsina descansa en un hostal de Mar del Plata, tiene 46 años y padece desde hace tres años un cáncer de mama, la enfermedad se agrava y psicológicamente sigue muy afectada por la extirpación de su seno derecho, además del suicidio, un año antes, de su amigo, Horacio Quiroga. Quizá, esto último, fuese el detonante, o la gota de agua que colmó el vaso, unida a su enfermedad, su infinita soledad y tristeza expresada en, prácticamente, toda su obra.
Esa madrugada del 25 de abril, Alfonsina, decide adentrarse en ese mar al que tanto exaltó en su poesía, haciéndole el sagrado homenaje de entregarle su vida.
Ese mismo día, el periódico “La Nación” publicó este poema que ella dejó como último legado:
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VOY A DORMIR
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…

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